En 1884, a raíz de la explotación laboral que imperaba en esos años, trabajadores estadounidenses acordaron que a partir de 1886 se ajustarían a jornadas laborales de sólo ocho horas en lugar de catorce o más, como lo venían haciendo. Además de evitar el desgaste físico producido por jornadas de trabajo tan extensas, los objetivos de este acuerdo buscaban generar mejores condiciones de empleo en las fábricas, aumentar los salarios y disponer de más tiempo para poder disfrutar de sus familias, de las artes, las ciencias.

Enterados de los reclamos, los dueños de las fábricas decidieron no reducir las horas de trabajo y, en efecto, los empleados convocaron a una huelga general para el 1 de mayo. La ciudad de Chicago se convirtió entonces en un escenario convulsionado y sangriento. La huelga fue brutalmente reprimida, varios trabajadores murieron, un centenar resultó herido y otros fueron detenidos.

Otro acontecimiento, el más trascendente por su repercusión y consecuencias, tuvo lugar días después de la primera represión de la que fueron víctimas los trabajadores en Chicago. En esta ocasión, en medio de una nueva protesta que repudiaba la represión policial, alguien lanzó una bomba y produjo la muerte de varios policías. Si bien el responsable nunca pudo ser identificado, cuatro dirigentes anarquistas fueron detenidos y sentenciados a la horca tras un proceso irregular y parcial.

La Segunda Internacional, reunida en París en 1889 se instituyó el 1 de mayo como jornada de lucha y memoria por los acontecimientos trágicos ocurridos en Chicago.

El Día Internacional de los Trabajadores es una fecha en la que se conmemoran las luchas y los derechos conseguidos por todos los sectores trabajadores, en los que se incluyen la jornada de no más de ocho horas, las vacaciones, el aguinaldo, etc.

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